Comentario
Liberado, por el momento, de Francia, liberado también de la intervención en el Imperio, pero apoyando la celebración del Concilio de Trento, cuyas sesiones concluirán en 1563, a su vuelta definitiva de los Países Bajos en 1559, Felipe II enfrenta el problema turco que, ése sí, sigue muy vivo.
Para frenar definitivamente el avance otomano por el Norte de Africa sobre la base de la acción de corsarios como Dragut o Cigala, Felipe II decide intervenir en la zona de Berbería, creando una serie de presidios seguros sobre la costa y reforzando los ya existentes; reconquistando algunos perdidos o apoderándose de otros nuevos. El desastre de los Gelves (Djerba) en 1560 supone un claro revés para esta política que no fue compensado por la conquista del Peñón de Vélez en 1564. El ataque turco contra Malta de 1565 dejó claro que el poderío otomano tenía que ser frenado directamente en el Mediterráneo oriental. A ello servirá la Santa Liga de comienzos de la década de 1570.
Pero, antes de constituirse la Santa Liga, Felipe II tuvo que sofocar la sublevación de los moriscos granadinos en la Guerra de las Alpujarras (1568-1570), una revuelta que presentó a los antiguos musulmanes como quinta columna del poderío otomano en pleno corazón de la Monarquía Católica. Fue un ejemplo de la exclusión sociorreligiosa triunfante en la Monarquía porque, como resultado de la revuelta, unos setenta mil moriscos fueron expulsados del Reino de Granada mostrando cómo la confesionalización religiosa iba ganando terreno en los planteamientos del rey y en la mentalidad de sus súbditos. La Guerra de las Alpujarras fue la primera ocasión en la que brilló la figura de don Juan de Austria, quien habría de tener un papel destacado en los Países Bajos, donde, también en 1568, quedaba definitivamente abierta una revuelta político-religiosa contra el Rey Católico.
La Santa Liga reunía los esfuerzos de España, Venecia y el Papa Pío V contra el Turco y encontró su razón de ser y su mayor éxito en Lepanto, la por excelencia Batalla Naval de 7 de octubre de 1571. En el Golfo de Lepanto, las galeras turcas fueron derrotadas por las flotas combinadas de Don Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastian Venier. Pese a la resonancia de la victoria, Lepanto no supuso en modo alguno la derrota final de los turcos que la propaganda de la época se esforzó en proclamar. Aunque se perdieron dos tercios de la flota turca entre 1569 y 1571, la recuperación del poderío militar otomano fue impresionante, estando rápidamente dispuestos a continuar avanzando por el Norte de Africa.
Don Juan de Austria conquistó Túnez en 1573, pero al año siguiente ésta ya estaba en poder de los berberiscos de nuevo. Las crecientes necesidades financieras de Felipe II -bancarrota de 1575- y la necesidad acuciante de actuar en los Países Bajos dejaron abierta la vía de la negociación, que se hizo efectiva en 1581 con la firma de una tregua hispano-turca. Los intereses de la Monarquía apuntaban hacia el Norte y el Oeste de forma cada vez más clara, y serán los Países Bajos, Portugal, Inglaterra y, de nuevo, Francia los escenarios principales de actuación hispánica. No obstante, esto no quiere decir que el Mediterráneo fuera olvidado en beneficio exclusivo del Atlántico y del Mar del Norte.